Toreros, community managers y la revolución digital

Un matador de toros o un rejoneador es un trabajo incluido en las bases de cotización de los profesionales taurinos, igual que los picadores, los banderilleros y los mozos de estoques (estos tienen una base mínima diaria de 25,48 €, por si alguien está interesado). En cambio, no he sido capaz de encontrar en ninguna parte la profesión de community manager.

No conozco a muchos rejoneadores en sentido literal, aunque sí en sentido figurado (hay uno muy bueno nacido en Galicia), pero en cambio conozco a un montón de community managers y de community workers (sin managers). Debo de vivir en un mundo diferente al legislador…

El caso es que todo evoluciona rápido, pero quizás no tanto como para que impida adaptarse. Mi amigo Pedro Gómez hace una síntesis evolutiva muy ilustrativa: en los años 80 la informática era hardware, en los 90 vivimos la revolución del software; en 1995 surge con fuerza el internet de las empresas; diez años más tarde, el internet de las personas; y ahora, el internet de las cosas. Treinta y cinco años que han dado paso a la cuarta revolución industrial, la que busca conectar a todos con todos, ya sean estos «todos» personas o cosas.

¿Cómo se hará todo esto? Y sobre todo, ¿con quién se hará?

Los dos centros formativos por excelencia (universidad y ciclos) no se hacen a la idea y no creo que puedan dar respuesta, tan ocupados como están en justificar su existencia, y todavía más en velar por su subsistencia económica.

La universidad es un dinosaurio atestado de doctores literatos donde la relación con la empresa es tan lograda como un Dom Perignon con gaseosa. La universidad tiene que programar carreras útiles para mantener sus instalaciones y su brutal aparato jerárquico, pero no tiene ningún tipo de aplicación en el mundo real. Ni una, creedme. Además, ahora les llega el caño de dinero europeo para realizar proyectos de transferencia tecnológica. ¡Que Dios os coja confesados si alguna vez necesitáis a uno de estos centros para algo!

Los ciclos son el rebosadero del sistema. El chico «bueno», el «normal», resulta que tiene que ir a la universidad a pasear por aquellos campus tan bonitos y a esperar la gran fiesta del Erasmus. El chico que «no va bien», que «se distrae demasiado» (¡seguro que tiene TDAH!) o a quien no le gusta estudiar cosas tan interesantes como la teoría de los abdominales (incluida en el plan de estudios de Educación Física, antes Gimnasia), tiene que hacer ciclos… ¿Cuál? ¡Da lo mismo! Que haga Informática, que siempre ayuda…

Allí, en unas y otras aulas, aprenden cosas que no interesan ni a quien las explica. Y la gente se sorprende cuando todo un graduado en ADE no tiene ni idea de cómo utilizar el ContaPlus (que es el programa de contabilidad de las pymes) o un alumno de ciclos no ha hecho programación con Drupal (que es lo que se lleva ahora). Porque resulta que con esta bonita idea de no promover marcas en las aulas los alumnos no pueden ejercer ninguna profesión, ya que no dominan ninguna herramienta. Es como explicar la teoría del tenis sin coger una raqueta porque la marca es HEAD.

¿Y a dónde quiero ir a parar con todo esto? ¿Cuál será la respuesta de la empresa? Pues coger a un chico espabilado y formarlo verticalmente en una aplicación concreta, la de la empresa. Crearan auténticos especialistas en VisualOhYeah, de manera que cuando sepan muchísimo de eso no hará falta que sepan de nada más, lo que les hará perder empleabilidad, y por lo tanto los conducirá a una reducción de sueldos. Por poner un ejemplo fuera del mundo online: es como aquel abogado que entra en un gran bufet y le encasquetan la especialidad: IVA intracomunitario. Al cabo de tres años haciendo esto, aquel chico solo podrá ir a hacer lo mismo en otro gran despacho. Así que, todo eso que dicen de la polivalencia, nada de nada… Sorry.

Artículos relacionados

Los comentarios están cerrados.